La cifra de que uno de cada cuatro alumnos de 2° básico no tiene las habilidades mínimas para comprender un texto y hacer inferencias, puso nuevamente en entredicho la calidad de la educación que reciben los niños. Sin duda un tema sobre el que hay que volcar la atención a nivel escolar, pero no hay que olvidar que los padres también pueden hacer algo para cambiar, desde la casa, la comprensión lectora de sus hijos.
De hecho, en los mismos resultados del Simce, se reveló que aquellos alumnos de un nivel socioeconómico bajo, cuyos padres les leían cuando chicos, tuvieron mejores resultados (226 prom.) que aquellos a los que no le leyeron (234 prom.). La misma ministra de Educación, Carolina Schmidt, aseguró que la mayor diferencia en las pruebas de lenguaje se veía entre aquellos niños que habían tenido la oportunidad de estar junto a la lectura desde pequeños y los que no.
Pero ojo, no tiene que ver con forzar un cambio total de los hábitos del niño o que todo el tiempo que pasas con él gire en torno a la lectura. Es sólo usar una serie de trucos, para transmitirle a nuestros hijos la percepción de que leer es un placer y no una obligación.
1. Monito mayor: Los niños siempre quieren hacer lo que hacen los grandes y por eso es muy importante que vean a sus padres leer. El primer paso para que un hijo se interese por un libro, es ver a su madre o padre leyendo uno. No se trata de leer clásicos que no son de su interés: puede ser el diario, un libro de cocina, revistas de autos o catálogos de ropa. Es la pasión por la lectura lo que se transmite, no los temas sobre los cuales se lee.
2. No es un deber: El escritor francés Daniel Pennac decía que el verbo leer, tal como soñar y amar, no soportaba el imperativo. Obligar a alguien a leer es imposible. Muchas veces planteamos la lectura como un deber cuando no dejamos que el niño haga otra cosa hasta que termine un capitulo, por ejemplo. Si el niño quiere ver televisión en vez de leer y no se le permite, ve a la TV como un premio y al libro como un castigo. Esto corre para lo que decide hacer con su tiempo libre, no con sus responsabilidades escolares, las que si hay que definirlas como un deber.
3. Conversar en vez de cuestionar: Si el niño eligió voluntariamente leerse un libro, se crea una instancia perfecta para conversar con él y volver más enriquecedora su lectura. Lo ideal es hacer que ellos sientan que pueden enseñarnos algo y para eso les debemos preguntar de qué se trataba, cuál fue su parte favorita, qué personaje le gustó, etc. Muchas veces nos convertimos en un inspector en vez de un oyente y les preguntamos constantemente si leyó, cuánto leyó, en qué capitulo va, lo que termina por producirle ansiedad al niño al sentirse examinado y decide abandonar la lectura para no volver a experimentar ese sentimiento.
4. La elección: Para los niños la libertad es un tema. Quieren correr sin límites, gritar con todas las fuerzas, jugar a ser superhéroes, por eso cuando tienen la posibilidad de elegir algo libremente, no hay que quitársela. Traer un libro y decirle que se lo lea, por muy bueno que sea el texto, va a desanimarlo porque él no participó de la elección. Lo óptimo es mostrarle varios libros que ya pasaron por nuestra aprobación y decirle que él puede elegir "el que él quiera". Esa frase lo incentivará a comprometerse más con la lectura, ya que fue su responsabilidad la elección.
5. Donde sea: Generalmente y en pos de tener una casa ordenada, guardamos todos los libros en un mismo lugar, ojalá uno tras de otro porque el espacio no sobra. Si los libros están en el escritorio del padre, la lectura se vuelve algo distante y se relaciona a cuando el papá trabaja. En cambio, podemos mantener el mismo orden, pero dejando libros en varios lugares de la casa, partiendo por su pieza. La idea es que si quiere leer, tenga un lugar accesible para coger uno. Por último, leer se puede hacer donde sea, nuevamente la libertad es un incentivo. Si quiere ir al pasto o la cama con el libro, no importa, para leer no hay restricciones.
6. Juntos: Leerle un cuento antes de dormir es sabido que hace bien. Los niños relacionan la hora de la lectura con el afecto y un momento para compartir: Los dos están haciendo lo mismo y se están entreteniendo juntos. Además, cuando uno les lee puede poner voces divertidas, hacer ruidos extraños y eso aumenta la cercanía, ya que ven en la figura materna o paterna, alguien que sabe jugar y se ríe de las mismas cosas.
7. No quiere: En caso de que el niño se rehúse a leer y tampoco le resulta entretenido que usted le lea, muéstrele libros de imágenes. Si a su hijo le gustan los caballo por ejemplo, un libro con buenas fotos de estos animales se le va a resultar irresistible acercarse y tener una aproximación a la lectura. Con que simplemente salga qué clase de caballo es, el niño experimentará el placer que produce un libro, aunque no sea un cuento.
Tomado de Eldefinido.cl
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